domingo, 30 de abril de 2017

"Una Historia... Como cualquier Otra"




Era una noche de junio del año de 1953, el inmenso amor de José y Lucía se unió al sublime Amor de Dios y una nueva vida fue creada. ¡Y Dios vio que era bueno!

Papa Dios, amo al bebe desde que fue solamente una idea en su mente, Jesús, clavo sus pecados en la cruz, pagando por ellos y El Espíritu de Amor, lo empapó con sus dones.

Nueve meses después, una fría madrugada del mes de marzo, en uno de esos clásicos días Xalapeños, con niebla y lluvia, se oyó el fuerte llanto del niño.
Seguramente el llanto era de felicidad, pues nacía al calor de una familia increíble, con Papa, Mama, seis hermanos, una de ellas, convertida en una bella angelita que desde el cielo nos cuida. Y como regalo adicional, había una abuelita linda, bella y feliz, que al paso del tiempo se convertiría, en el ángel guardián del niño recién nacido.
Otros regalos, eran los primos y amigos que siempre vivían con nosotros, alegrando la vida y haciendo más fuerte, está comunidad de amor.
La infancia no pudo ser más feliz, siendo el más pequeño, era el más consentido y además de su Súper Mamá, tenía 4 mamás chiquitas y un hermano mayor que entre dureza y cariño, se convertía en su ídolo. Pero cuando Memo tenía trece años, una nube negra envolvió su mundo. Papa, su héroe, su ídolo, su Superman, salió como todas las tardes a vender sus autos, llegó al Templo de San José, y de repente cayó al piso. Una fuerte embolia, cerró los vasos sanguíneos de su cerebro y le cortó el habla y el movimiento de toda la parte derecha de su cuerpo. Memo jugaba en casa, cuando sonó el teléfono, una señora amiga se había enterado del incidente y hablaba para pedir informes. Fue cuando Memo se dio cuenta de que estaba solo en la casa y que algo malo había pasado. Cerca de las diez de la noche, su Mamá y su hermana Cristina vinieron por él y lo llevaron al hospital. Ahí estaba Papa, acostado en una cama, él que era tan fuerte, tan grande, tan invencible, estaba ahí, triste, indefenso y sin poder hablar. Solamente pudo acariciar la mejilla de Memo con su mano izquierda.


Sin que lo sospechara, el mundo de Memo cambió, Papa, el que nos cuidaba a todos, pasó a ser el centro de nuestro cuidado, junto con la enfermedad, poco a poco llegaron los problemas económicos, la separación de la familia, unos se fueron a vivir a México con Papa y otros, nos quedamos en Xalapa terminando los estudios…
Y Dios vio que era bueno.
¿Y cómo puede ser esto bueno? Si Memo pensó en esos momentos, que Dios ya no los quería.
Es cierto que hubo momentos muy difíciles, familiarmente, económicamente y sobretodo, la preocupación continua, por la salud de Papa.
Pero pasados los años Memo pudo ver que es cierto: ¡Que Dios siempre saca cosas buenas de lo malo! Y lo bueno llego con tres cuñados y una cuñada, que se unieron a la familia, Rodolfo, Maru, Alberto y Armando, llegaron para reforzar la comunidad de amor. Y hoy son tan amados como los propios hermanos. Mamá que era la luna discretamente escondida detrás del sol, tuvo que salir a escena, para iluminarnos a todos y fue ahí donde nos dimos cuenta, de que nunca la habíamos apreciado en su gran valor. La solidaridad y el apoyo se hicieron de roca.


Mamá es, una esposa excelente y una madre incomparable, para nosotros, para mis cuñados, para mis primos, para los yernos y las nueras, y hasta para los amigos de todos nosotros.
Quiero aclarar, que siempre hablare en presente, aún de aquellos que se han ido al cielo, porque creo firmemente, que lo mejor de ellos, su amor, todavía lo tenemos, por lo que no se han ido del todo y solo se adelantaron, un poco en el tiempo.

Por todo esto reconozco, que Dios me siguió abrazando aún es esos momentos difíciles.
Otra experiencia muy triste, fue el 15 de octubre de 1969, cuando terminada la secundaria me subí a un auto y tomando las curvas de la sierra de Perote, deje atrás la ciudad donde había nacido, deje a mis amigos, mi futbol, mis fiestas, el terraza jardín, todo mi mundo y cambie de una escuela de trescientos alumnos, donde todos nos conocíamos, a un enorme edificio de  dos mil cuatrocientos alumnos, donde muchos se conocían y yo era el extraño. Fue una etapa difícil, porque aunque lo duden, los que ahora me conocen, yo era tímido e introvertido y me costó mucho tiempo y mucho trabajo, hacer amigos, y volver a ir a fiestas, volver a relacionarme, y llevar una vida de joven.
Estaba en ese proceso de adaptación, cuando una segunda embolia, le quito a Papa todos los avances obtenidos y lo volvió a incapacitar y a tirar en una cama.
Papi ya no quiso volver a intentarlo y en Diciembre de 1971, se fue volando al cielo para jugar domino con Papa Dios, El Señor Jesús y creo que el cuarto, lo hace San Pedro. 
La vida continúo, arropados en los brazos de Jesús, aunque como todos, a veces,  no nos damos cuenta, de esta Bendición. Después fueron llegando los sobrinos y la comunidad de amor, en torno a Mama, fue fortaleciéndose. Es cierto que hubo problemas y situaciones difíciles, que muchos de nosotros, principalmente yo, fallamos ante lo que Dios quiere de nosotros y tenemos muchos errores chiquitos y dos que tres grandes, pero aun así, la presencia de Dios en mi vida y en la familia, era más que evidente.
Fue en esta época cuando un arcoíris apareció en mi horizonte, una preciosa niña chiapaneca decidió que yo era digno, de que ella se enamorara de mí y un manantial de bendiciones colmo mi vida, y nuevamente me sentí, pleno, feliz y amado por Dios.
Después de tres peticiones de mano, por fin mi suegro acepto darme su mano, y nos casamos. Siguieron llegando más sobrinos y luego tres hermosos hijos, orgullo y presunción mía, hasta completar veinte nietos, para Mama. 
Vivimos en México, luego en Tapachula, después en Hermosillo, regresamos a México, y nuevamente se confabularon Jesús y María para hacernos llegar a vivir a León, donde la vida nos ha sonreído, y nos ha regalado, cinco hermosos nietos, dos yernos y una nuera, o mejor dicho tres hijos más, una suegra que parece Mama, dieciocho amigos que se convirtieron en hermanos, un hogar, un buen trabajo, que me gusta y me apasiona, varios, que a pesar de los pleitos diarios, son un apoyo solidario y constante.
Un apostolado que nos une y apasiona, la amistad de 14 sacerdotes y 3 Obispos, salud, gente que me ama, sin yo merecerlo… y ¡Dios vio que era bueno!
Extraño el contacto diario de mi abuela, de mis papas, de cuatro hermanos, de un cuñado, de dos nietos, que se fueron al cielo, antes de llegar, de un primo que fue mi hermano, de mi suegro, de abuelita Queta, y de dos sobrinos, que todavía duelen mucho. También volaron, dos amigos sacerdotes, que son tan buenos, que El Señor quiso que llegaran, más pronto con Él.
Continúo cometiendo tonterías, me falta mucho para ser el Memo que Jesús y yo queremos, el trabajo está difícil, pero es tanto lo que tengo, que no puedo negar, que Dios me ama, aunque no lo merezca, porque Él sabe que es cuando más lo necesito, por eso afirmo;

“Que Memo cree en Cristo y desde luego… También le cree”



Autor: Guillermo Alvarado Vega

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