lunes, 10 de abril de 2017

Escúchame



Hace algunas reflexiones, platicábamos que volver a pedirle a Dios, algo que ya le habíamos pedido… Es una falta de Fe.
Porque si crees en Él y crees verdaderamente que Él te ama, debes esperar a que Tu Dios, Sabio y Lleno de Amor para ti, decida el momento exacto para concederte o no, aquello que le pides.
Y si su respuesta es NO, tu fe debe decirte que te dará cosas diferentes a las que pediste, pero mejores para tu bien.
Muchos de ustedes no estuvieron de acuerdo y me contestaban diciendo, que “necesitaban” pedir lo mismo, una y otra vez, sobre todo cuando tu petición parece ser, que no es escuchada y el tiempo pasa y el dolor aprieta, la naturaleza humana, creada así por Dios, no te permite quedarte sentado esperando.

Y tenían la razón… Y hoy reconozco… Estaba equivocado.



Porque cuando el dolor y la desesperación te lleva a que le insistas a Dios y a que le exijas y le reclames, e incluso, algunas veces, te lleva hasta pelearte con Él, y a que lo señales como Él único culpable de las cosas malas y dolorosas que ocurren en tu vida.
Porque cuando el dolor es tan grande… Solo Dios puede ser el responsable…
Y a Él no le molesta esta actitud, prefiere mil veces que estés con Él, aunque sea reclamando, a que te alejes y te pierdas en la tibieza y la indiferencia, lejos y fuera de Su Amor.
Él conoce de tu noche oscura, de esa ausencia que está matándote, del sentimiento de impotencia ante esa injusticia, de esa decepción ante tus continuas equivocaciones, de la traición de quien más amabas, de esa insoportable soledad, de la “gran tristeza”…
¿Quién sino El Señor Jesús?... Aquél que dio su vida por amor a ti.
Aquél que te conoce como la palma de su mano y te ama como a la niña de sus ojos… 
¿Quién sino Él? sabrá escucharte y recibirte con una sonrisa y abrazarte extendiendo sus brazos, sabiendo que “su pequeño o su /pequeña”, no entiende tanto dolor, que ya no puede seguir esperando… Y cuando te revuelves y te agitas de entre sus brazos y le gritas y le reclamas…

Él sereno te mira con tanto amor, hasta que una vez, que ya no quedan más lágrimas, y el cansancio te invade y te deja rendido entre sus brazos…
Entonces Él puede apretarte y besar tu frente, acariciar tu cabello, hasta que te quedes dormido en su regazo… Sabiendo que al despertar… ¡Todo estará bien!

Martín Valverde, tradujo y canta en español, una hermosa canción de Giorgio,  y lo platica de una forma que me encanta y que quiero que me permitan compartirles en esta hermosa reflexión, llamada…
Escúchame.
Esta canción es un verdadero ejercicio espiritual, una reflexión para pelearse con Dios…
No es para aquellos que no han alimentado la fe, aquellos light, desalentados, vencidos…
Es más bien para aquellos que aun teniendo fe, la están pasando color de hormiga…
Para aquellos que como tú están en “una noche oscura”, pero están ahí, se mantienen ahí.
Para ti que traes una petición hecha oración, que estás terco con Dios…
Que traes un montón de preguntas y de porqués… Pero sigues en la batalla.
Sin prisa, porque la idea no es correr… Sino resistir.



David lo dice con poesía:
Aunque pase por el valle más oscuro, el valle de la muerte, tu vara y tu cayado, me infunden aliento…
Y ojo, en esta parte del salmo, David no ve al pastor, con el que nada le faltara, pero ve el cayado y la vara y sabe que, aunque no lo vea, su pastor está allí... Cuidándolo.
Es la certeza de saber, que Dios camina contigo, aunque este oscuro. 
Esta canción es para aquellos, que están en la barca con Jesús y no se han bajado, aunque la tormenta los quiere sacar del barco, y lo ven dormido, y no saben qué hacer, porque la tormenta arrecia:
Que lejos nos hace sentir, cuando en silencio… Tú estás.
No nos dejes más, sin tu amor… En soledad.
Tú nos has hecho y tuyos somos, aunque bien, nunca podremos merecer, que nos ames tanto.
Escúchame… Aunque lo sepas todo, Dios escúchame… Que la vida aprieta fuerte hoy.

No tengas miedo de hablarle así… Él no tiene problema en escucharte y responderte así…
El jamás desprecia un corazón que se le acerca quebrado… Jamás.
Duerme en mi barca Señor y escucha mi corazón.
Dime donde estas y porque aún no hay, una respuesta a mis porqués.
Yo te llame, te pregunte como hay que ser, para tener fe y confianza.
Escúchame… Aunque lo sepas todo, Dios escúchame… Que la vida aprieta fuerte hoy.
Y yo sigo aún firme aquí, más Dios, hoy quiero verte junto a mí.
Soy una gota en el gran mar, llamándote, gritando al cielo escúchame… ¿Si es que aún hay tiempo?
Escúchame… Aunque lo sepas todo, Dios escúchame… Que la vida aprieta fuerte hoy.


No tengas miedo de hablarle así, yo sé que para muchos creyentes, esto es falta de fe, te dirán que así no se ora… Un corazón sincero es más que una oración para Dios, y con este grito no le estas pidiendo que te haga caso o te ponga atención, eso es un hecho y tú lo sabes bien…
Sino que de tu corazón sale este grito:
Señor sigo teniendo esta bronca, sigo teniendo este problema, sigo pidiendo por esto y ya no tengo fuerzas, déjame decírtelo así… Escúchame.
Yo sé que Tú lo sabes todo… Pero respóndeme.
Con la vara, con el cayado, pero haz algo, déjame saber que estas cerca. 



 Un sacerdote que trabaja con migrantes en el sureste de México, me decía:
Vamos bien, ya tenemos muchos años luchando y hemos salvado a muchos hermanos centroamericanos… Pero ya no tengo fuerzas, en verdad, ya no tengo fuerzas… Y escuchar eso de un hombre consagrado es duro y no porque hubiera renunciado, o porque se fuera a rajar…
Solo necesitaba decirlo… Y Dios sabe que tú necesitas decirlo… Necesitas gritarlo.
Escúchame… Aunque lo sepas todo, Dios escúchame… Díselo que la vida aprieta fuerte hoy.

Y Jesús te dice: Clama a mí y yo te responderé. 


Para terminar quisiera resaltar brevemente solo 3 ideas:

  • Que eres pecador y que luchas cada día para salir del lodo y no lo logras… Y parece que Dios te dejo solo. Recuerda a Pedro, a Magdalena, (2 de los favoritos), a San Francisco de Asís, a San Agustín y si ellos y muchos otros lo han logrado, tú ¿porque no?
  • Sigue luchando, la batalla es tuya, la victoria es del Señor, adelante, no te bajes de la barca, agárrate con más fuerza de sus pies y antes de que te des cuenta, una buena confesión y listo. ¡Nunca tires la toalla, si El Señor Jesús esta en tu esquina.
  • Y si le reclamas a Dios, no es porque Él esté ausente, no es porque Él este fallando… Es porque reconoces que tú eres débil, que eres caña que se quiebra y necesitas decírselo.
  • Lo importante, creo yo, es seguir “aferrado a Jesús”, no importa como este tu vida…
  • En las buenas, en las malas y en las peores, unido a Jesús, agarrado a éi. Y si el mundo, las tormentas, el dolor te susurran al oído: Que ya no hay esperanza, que te sueltes y te abandones… Diles que no, que tú le perteneces a Dios y que cuando clamas… Él te responde. Porque tu Padre Dios, nunca se ha alejado de ti, porque Tu Dios te dice que lo único que tiene su corazón por ti… Es Amor eterno.




Reflexión de Martín Valverde… Compartida por Guillermo Alvarado.

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