… Paso
hace algunos años, mi vida espiritual no iba bien, yo me sentía el peor pecador
del mundo y creía, torpemente, que por esa razón Dios estaba enojado conmigo,
que ya no me quería, que yo me había
alejado de Él.
Esa noche soñé que estaba en un túnel
oscuro, donde flotaba de un lado para otro, viajando en el tiempo, llegaba a un
pequeño pueblo, bonito pero polvoso, en medio del desierto, tal vez en medio
oriente, quizás en lo que ahora conocemos como Israel, probablemente hace unos
2,000 años.
Empecé a sospechar que ese pueblito,
con casas excavadas en la roca de la montaña, era Nazaret y que pudiera estar
alrededor del año 24 D.C., Y la casa frente a la que yo estaba, quizás fuera…
Si, podría ser la casa de Jesús, Jose y
María…
No, yo no podía estar ahí…Yo era un
pecador, Dios estaba enojado conmigo, debería alejarme de ahí de inmediato y
tal vez, si me confesaba, podría regresar dignamente.
Empecé a retroceder, sin dejar de
mirar hacia la casa, cuando de repente… Una hermosa jovencita abrió una ventana
y me llamó… Si era Ella… Era María, estoy seguro porque se parecía tanto a La
Guadalupana.
Yo le dije que no, que en esas
condiciones yo no podía acercarme a Jesús.
Pero, así es Ella, cuando me di cuenta
ya estaba junto a mí, tomándome de la mano y llevándome dulcemente hacia el
interior de la casa.
Entramos y todo olía a limpio, a
flores, a cordialidad, a Amor… A paz.
La pequeña habitación hacía las veces
de cocina y comedor, y cruzando el hueco de una puerta tapada con una tela,
salimos a un patio, donde se había instalado un taller de carpintería.
El olor a aserrín me envolvió de
inmediato… José trabajaba en un banco y al verme llegar, dejo su labor, me
abrazo y me beso en ambas mejillas. Su mirada llena de solidaridad me calmo un
poco, ese hombre de unos 53 años, serio, fuerte, pero con una bondad que
transpiraba por todos sus poros, me dijo con su mirada, que a pesar de mis
pecados… Yo era bienvenido a su casa.
María me tomo de la mano y al volver
la mirada hacia el fondo del taller me encontré con su mirada.
Era Él… Y yo sentí una indescriptible
mezcla de júbilo y de vergüenza… Era Él… Jesus.
Un Hombre joven, apuesto, con una
personalidad impactante, su barba, bigote y cabello largo hasta los hombros.
Era Él, definitivamente era Él…
Y yo quise huir… Intente irme, porque no
podía presentarme así ante Él.
Pero Ella me miro y suavemente me
presentó ante Él… Ante Jesús.
En medio del llanto que ya me
envolvía, quise tirarme a sus pies… Pero él me tomo de los brazos y me detuvo.
Con su mano derecha tomo mi barba y me hizo levantar la cara, y encontrarme con
su mirada, cara a cara.
La mirada más bella, más dulce, más enérgica,
pero a la vez, llena de ternura...
Una mirada que te cautiva y te
enamora. Llena de autoridad, pero sin nada de soberbia…
La Mirada de Dios… La Mirada del Amor.
Me abrazo, mientras yo sollozaba en su
pecho, me permitió estar ahí durante una eternidad.
Porque en sus brazos me sentía niño,
me sentía seguro, libre y sobretodo… Bueno.
Quise decirle que yo no era digno, que
tenía que ir a lavarme para poder estar frente a Él.
Pero delicadamente, con su mano tapo
mi boca y me dijo al oído:
Pequeño, Yo ya pague por tus pecados, Mi
Nacimiento, Mi Vida, Mi Muerte y Mi Resurrección, son para levantar La Cruz
hacia El Cielo y que con mi sangre, Tus pecados te sean perdonados.
Señor… ¡Yo no valgo ni una sola gota
de tu sangre!
Si todos mis sufrimientos, hubieran sido solo
por ti… Habría valido la pena.
Yo volaba sin despegar los pies de la
tierra, nada me dolía, nada me preocupaba, estaba ligero y feliz.
Nos sentamos en una tabla de madera… Y
entonces le pregunte. ¿Por qué?
Hijo yo decidí amarte, porque mi esencia es
El Amor y te amé desde que eras solo una idea… Una hermosa idea en la mente de
Papá.
Te conozco por tu nombre y me encanta
pronunciarlo.
Ja ja ja, Y se rio, sabes te amo porque se me
dio la gana amarte.
Y no existe nada bueno que puedas hacer… Que
haga que Yo te amé más.
Y tampoco existe nada malo que puedas hacer…
Que haga que yo te amé menos.
Mi Amor es infinitamente más grande que tus
ofensas y los planes que los 3 tenemos para ti… Indudablemente se llevaran a
cabo… Sin violar un ápice de tu libertad.
Por eso los únicos méritos que necesitas
hacer para llegar al cielo… Es Amarme.
Yo le dije: Pero Jesús… Cuando estuve
perdido, cuando peque, cuando hice cosas malas…
Yo te busque, no importando donde estuvieras…
Y te amé… Y te perdone.
Y Volteando a ver a Maria me dijo: Y si
yo siempre estoy contigo, nunca vuelvas pensar que estas solo… Y Ella sonrió
con una mirada llena de complicidad.
Entonces pregunté: ¿Y porque hasta
ahora comprendo esto?
El enemigo malo te dice muchas mentiras… Que
eres feo, que eres tonto, que eres malo… Que nadie te quiere, que estás
perdido, que a nadie le importas…
Y eso es mentira… Vive feliz sabiendo que a
Dios… Le gustas.
Que te amo, sabiendo todo lo que se de ti.
Déjate amar por Mí… Y podrás vencerlo todo.
Me quede pasmado… Pensando en lo que
Jesús estaba diciendo y volví a preguntar:
¿Y el hecho de saber que todo nos
perdonas, no me impulsara a seguir pecando?
Hijo mío, el pecado tiene graves
consecuencias, llenas de dolor, de tristeza, de enfermedad y de soledad… Y el
ser perdonado no te evita, que pagues aquí en la tierra, una factura llena de
aflicción y de angustia.
Además toma en cuenta, que el hecho de ser
perdonado, no te evita lastimar a los seres que más amas. Y de hecho, el
saberte perdonado, deberá motivarte a decir…
¡Ya no quiero volver a fallarte!.
Me recosté en sus piernas y Él empezó
a acariciar mis cabellos, hasta que me quede dormido y cuando desperté, el
sentimiento de culpa había desaparecido… Mi deseo de alejarme de Jesús se había
esfumado… Mis pecados ya no estaban… Y desde el cuadro que tengo en mi
recamara…
La Virgen de Guadalupe… Sonreía.
Autor: Guillermo
Alvarado Vega
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