José
Luis es obrero en una planta automotriz de Silao Gto., tiene 29 años y un día en el banco conoció a Miriam, de quién se enamoró
perdidamente, a pesar de que ella es catorce años más joven que él.
En
un principio esto ocasionó ciertas trabas por parte de la familia de Miriam,
pero cuando conocieron a José Luis y se dieron cuenta que era un hombre justo,
callado, pero muy simpático, decidieron aceptarlo como un hijo más.
Miriam
es una niña bella y adorable, muy madura para sus años, y con una
extraordinaria capacidad para hacer amigos y ayudar a las personas.

Para
su pesar, la expansión automotriz de la zona hacía escasa la oferta de casas para renta y
después de varios días no habían podido encontrar una casa en donde vivir.
El 24 de Diciembre los sorprendió, sin casa, sin
familia y sin amigos. Tampoco tenían un lugar en donde celebrar el nacimiento
del Niño Jesús. Buscaron
abrigo y calor con algunos de los nuevos compañeros de José Luis, pero todos
tenían su propio plan y su propio egoísmo.
Una
pareja los observaba, y preocupados, tocaron el cristal del auto y les
preguntaron ¿si les podían ayudar en algo?
Miriam
les contó su historia y Chela y Agustín se miraron, movieron la cabeza y se
alejaron un momento para platicar y meditar a cerca de llevar a su casa a dos
extraños.
Sabían
que en estos tiempos, no es fácil llevar a dos desconocidos a la casa. Les
preocupaba poner en peligro a toda la familia y lo que sus hijos fueran a
decir. Siempre
la disyuntiva entre hacer el bien o conservar nuestra seguridad... Y desde luego
nuestra comodidad.
Y
mientras dialogaban a cerca de su decisión, los veían tan frágiles y
vulnerables en su auto, ella embarazada y los dos extraños en esta tierra.
Agustín
abrazo a Chela y le dijo: ¡Caramba es Navidad! ¡Que vengan a casa!
Sus
hijos los cuestionaron y les reclamaron “su irresponsabilidad”, pero Agustín
dijo categórico:
“Se quedan a cenar con nosotros”

De repente siendo
ya la madrugada del 25, Miriam empezó a sentir dolores que anunciaban que el
parto era inminente. Los subieron a la camioneta y los llevaron a urgencias del
Seguro Social, donde el pequeño Jesús nació guapo y saludable.
Miriam desde su
cama del hospital, miro hacia el cielo,
y viendo una brillante estrella, agradeció al Dios Bueno tantas muestras de
solidaridad.
Una Pregunta:¿Tú te hubieras atrevido a recibirlos en tu casa esa Noche Buena?
Sé que las cosas
están difíciles y que la inseguridad nos rodea, pero ¿no es cierto que a veces usamos esto como pretexto para no
recibir ni darnos a los demás?
Porque debemos de
reconocer que incluso no recibimos a nuestra madre anciana, o a ese amigo al
que le ha ido mal, o a tu hermano con el que llevas años distanciado.
"Dale posada a Jesús, José y María en tu casa… Pero sobretodo en tu corazón”
Algunos meses
después de su increíble experiencia navideña, felices con el nacimiento de su
bebe, con el cálido apoyo de los Rodríguez que los seguían recibiendo como
verdaderos hijos y ya con una casita donde vivir, Miriam y José Luis
empezaron a acoplarse a su nuevo trabajo y a su nuevo hogar.
Aunque tenían
ciertas carencias económicas y extrañaban mucho a sus familias, su amor era tan
grande que el sol empezaba a iluminar sus vidas. Sin embargo,
intempestivamente, una nube negra cubrió su horizonte:
Un compañero de trabajo de José Luis, un tal Judas
Gonzalez, lo llamo en secreto y le dijo:

No te apures, tú no
tienes que hacer nada, ni saber nada, solo recibes un paquete aquí y lo
entregas en Silao y ganaras cien veces lo que ganas aquí.
José Luis fulminó
con la mirada a su compañero y le dijo:
“Soy honesto, yo no hago esas cosas”.
No vuelvas a acercarte porque te parto la cara.
Sin embargo la
presión continúo y José Luis decidió denunciar a su compañero en la delegación
de policía. Esa misma noche la casa de José Luis fue ametrallada. En la
madrugada la familia salió huyendo y se refugió en la Iglesia más cercana,
después de tres días fueron descubiertos, y Ángel un buen amigo le aviso a José
Luis que esa noche irían los malos por ellos.
Se establecieron en
Kerrville Texas, una pequeña población no muy lejos de San Antonio, ahí, sin su
familia, sus costumbres, su país y su religión empezaron a vivir como “mojados”
en una comunidad que los discriminaba.
El inicio fue muy
difícil, tenían que cambiar de casa continuamente, esconderse de la migra, una
vez en la lavandería, una mujer sin amor ni inteligencia, escupió en la cara a
Miriam, por el delito de ser mexicana.
A José Luis le pagaban el 50% de su salario
por no tener papeles. Algunas madres americanas no dejaban jugar a sus hijos
con el pequeño Jesús, José Luis era insultado por el color de la piel.
Pero Dios, el Dios
del Amor estaba con ellos, la honestidad y capacidad de José Luis como
mecánico, sumados a la facilidad de Miriam para hacer amigos y crear empatía,
más ese carisma del Niño Jesús, vencieron, distancia, idioma, y discriminación
y la familia fue aceptada y querida en esa nueva comunidad.
Una vez la señora
que escupió en la cara a Miriam, fue atropellada con su niño en brazos, Miriam
corrió y evitó que otro auto atropellara al bebe, le marco a José Luis y en su vieja camioneta los llevaron al hospital más cercano. Mientras operaban a
la Señora, Miriam alimentaba al bebe que afortunadamente salió ileso y José
Luis localizaba al esposo de la Señora. El hospital solicitó un anticipo para
atender a la señora y José Luis entregó sus ahorros como depósito.
Pasados siete años,
Herodes fue asesinado por una banda rival, y la familia pudo regresar a Silao,
donde José Luis recupero su antiguo trabajo, y la familia los recibió con una
gran comida.
Reflexión:
Dios nunca nos ha
prometido días sin lluvia ni rosas sin espinas, lo que sí es seguro que en
todas tus tristezas, problemas y enfermedades, El estará contigo.
No olvides que en
este año que comienza TODOS somos José y María y que debemos ser valientes para
recibir en nuestra vida al Niño Jesús y defenderlo a muerte.
No estarás exento de problemas, pecados, de una vida
complicada, pero lo cierto es que si José Luis y Miriam pudieron, ¡Tú también
puedes! Limpia el pesebre de tu corazón y que… ¡Jesús nazca en
ti!
Autor: Guillermo Alvarado Vega
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