viernes, 3 de marzo de 2017

"Un Cuento de Navidad"


  
José Luis es obrero en una planta automotriz de Silao Gto., tiene 29 años y un día en el banco conoció a Miriam, de quién se enamoró perdidamente, a pesar de que ella es catorce años más joven que él.
En un principio esto ocasionó ciertas trabas por parte de la familia de Miriam, pero cuando conocieron a José Luis y se dieron cuenta que era un hombre justo, callado, pero muy simpático, decidieron aceptarlo como un hijo más. 
Miriam es una niña bella y adorable, muy madura para sus años, y con una extraordinaria capacidad para hacer amigos y ayudar a las personas.
Casi un año después de la boda, a José Luis le notificaron que debería trasladarse a Ramos Arizpe Coah., como resultado de un ascenso, por lo que tendría un mejor puesto, y mejores ingresos. Sin embargo la promoción resulto un poco inoportuna, pues José Luis debería de presentarse a trabajar en Coahuila, unos días antes del nacimiento de su hijo. La pareja platico acerca de separarse y de que Miriam se quedara con su familia hasta después del parto, pero nunca se habían separado, y en esta ocasión tampoco querían hacerlo, así que partieron juntos en su auto y después de varias horas de carretera, llegaron a buscar casa en Ramos Arizpe.
Para su pesar, la expansión automotriz de la zona hacía escasa la oferta de casas para renta y después de varios días no habían podido encontrar una casa en donde vivir.
El  24 de Diciembre los sorprendió, sin casa, sin familia y sin amigos. Tampoco tenían un lugar en donde celebrar el nacimiento del Niño Jesús. Buscaron abrigo y calor con algunos de los nuevos compañeros de José Luis, pero todos tenían su propio plan y su propio egoísmo.
Tristes y desesperados se abrazaron  en el auto afuera de un oxxo y se pusieron a llorar.
Una pareja los observaba, y preocupados, tocaron el cristal del auto y les preguntaron ¿si les podían ayudar en algo?
Miriam les contó su historia y Chela y Agustín se miraron, movieron la cabeza y se alejaron un momento para platicar y meditar a cerca de llevar a su casa a dos extraños.
 Sabían que en estos tiempos, no es fácil llevar a dos desconocidos a la casa. Les preocupaba poner en peligro a toda la familia y lo que sus hijos fueran a decir. Siempre la disyuntiva entre hacer el bien o conservar nuestra seguridad... Y desde luego nuestra comodidad.
Y mientras dialogaban a cerca de su decisión, los veían tan frágiles y vulnerables en su auto, ella embarazada y los dos extraños en esta tierra.
 Agustín abrazo a Chela y le dijo: ¡Caramba es Navidad! ¡Que vengan a casa!
Sus hijos los cuestionaron y les reclamaron “su irresponsabilidad”, pero Agustín dijo categórico:
 “Se quedan a cenar con nosotros” 

A la mitad de la cena, José Luis y Miriam eran ya dos miembros de la familia, con la que bromeaban y platicaban como si se hubieran conocido por años.
De repente siendo ya la madrugada del 25, Miriam empezó a sentir dolores que anunciaban que el parto era inminente. Los subieron a la camioneta y los llevaron a urgencias del Seguro Social, donde el pequeño Jesús nació guapo y saludable. 
José Luis y Miriam no tenían lo necesario para recibir a su bebe, así que todos los hijos y los que ahí estaban llevaron talco, chambritas, pañales y todo lo necesario. 
Miriam desde su cama del hospital,  miro hacia el cielo, y viendo una brillante estrella, agradeció al Dios Bueno tantas muestras de solidaridad. 
Una Pregunta:¿Tú te hubieras atrevido a recibirlos en tu casa esa Noche Buena? 
Sé que las cosas están difíciles y que la inseguridad nos rodea, pero ¿no es cierto que  a veces usamos esto como pretexto para no recibir ni darnos a los demás? 
Porque debemos de reconocer que incluso no recibimos a nuestra madre anciana, o a ese amigo al que le ha ido mal, o a tu hermano con el que llevas años distanciado.
"Dale posada a Jesús, José y María en tu casa… Pero sobretodo en tu corazón”

Algunos meses después de su increíble experiencia navideña, felices con el nacimiento de su bebe, con el cálido apoyo de los Rodríguez que los seguían recibiendo como verdaderos hijos y ya con una casita donde vivir, Miriam y José Luis empezaron a acoplarse a su nuevo trabajo y a su nuevo hogar. 
Aunque tenían ciertas carencias económicas y extrañaban mucho a sus familias, su amor era tan grande que el sol empezaba a iluminar sus vidas. Sin embargo, intempestivamente, una nube negra cubrió su horizonte:
Un compañero de trabajo de José Luis, un tal Judas Gonzalez, lo llamo en secreto y le dijo: 
“Sé que andas con problemas económicos”, yo además de nuestra chamba le hago unos trabajitos “extras” a mi compadre Herodes Martínez, el trafica con drogas y está interesado en ti, tú te mueves seguido de Ramos Arizpe a Silao y pensamos que serías un excelente correo.
No te apures, tú no tienes que hacer nada, ni saber nada, solo recibes un paquete aquí y lo entregas en Silao y ganaras cien veces lo que ganas aquí.
José Luis fulminó con la mirada a su compañero y le dijo: 
“Soy honesto, yo no hago esas cosas”. No vuelvas a acercarte porque te parto la cara. 
Sin embargo la presión continúo y José Luis decidió denunciar a su compañero en la delegación de policía. Esa misma noche la casa de José Luis fue ametrallada. En la madrugada la familia salió huyendo y se refugió en la Iglesia más cercana, después de tres días fueron descubiertos, y Ángel un buen amigo le aviso a José Luis que esa noche irían los malos por ellos. 
Se hincaron frente al Santísimo, lloraron, se abrazaron y tomaron una decisión para salvar sus vidas y la del pequeño Jesús. Salieron sigilosamente, y en el auto del sacerdote  se fueron a la frontera y cruzaron ilegalmente.
Se establecieron en Kerrville Texas, una pequeña población no muy lejos de San Antonio, ahí, sin su familia, sus costumbres, su país y su religión empezaron a vivir como “mojados” en una comunidad que los discriminaba.
El inicio fue muy difícil, tenían que cambiar de casa continuamente, esconderse de la migra, una vez en la lavandería, una mujer sin amor ni inteligencia, escupió en la cara a Miriam, por el delito de ser mexicana. 
A José Luis le pagaban el 50% de su salario por no tener papeles. Algunas madres americanas no dejaban jugar a sus hijos con el pequeño Jesús, José Luis era insultado por el color de la piel. 
Pero Dios, el Dios del Amor estaba con ellos, la honestidad y capacidad de José Luis como mecánico, sumados a la facilidad de Miriam para hacer amigos y crear empatía, más ese carisma del Niño Jesús, vencieron, distancia, idioma, y discriminación y la familia fue aceptada y querida en esa nueva comunidad. 

Una vez la señora que escupió en la cara a Miriam, fue atropellada con su niño en brazos, Miriam corrió y evitó que otro auto atropellara al bebe, le marco a José Luis y en su vieja camioneta los llevaron al hospital más cercano. Mientras operaban a la Señora, Miriam alimentaba al bebe que afortunadamente salió ileso y José Luis localizaba al esposo de la Señora. El hospital solicitó un anticipo para atender a la señora y José Luis entregó sus ahorros como depósito. 

Se necesitó una transfusión y la única sangre compatible era la de Miriam quien gustosa aceptó dársela, con el temor de que la Señora se molestara una vez que se recuperara. A los tres días los señores americanos llegaron a la casa de José Luis, la señora descendió de su lujoso auto, empezó a llorar, abrazo a Miriam y le dijo en perfecto español: “Es un honor tener tu sangre” 
Pasados siete años, Herodes fue asesinado por una banda rival, y la familia pudo regresar a Silao, donde José Luis recupero su antiguo trabajo, y la familia los recibió con una gran comida.
Reflexión:
Dios nunca nos ha prometido días sin lluvia ni rosas sin espinas, lo que sí es seguro que en todas tus tristezas, problemas y enfermedades, El estará contigo.
No olvides que en este año que comienza TODOS somos José y María y que debemos ser valientes para recibir en nuestra vida al Niño Jesús y defenderlo a muerte.
No estarás exento de problemas, pecados, de una vida complicada, pero lo cierto es que si José Luis y Miriam pudieron, ¡Tú también puedes!     Limpia el pesebre de tu corazón y que… ¡Jesús nazca en ti!

Autor: Guillermo Alvarado Vega


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