viernes, 3 de marzo de 2017

"Karla... Y El Perdón"


Karla estudiaba en La Universidad de La Sallé Bajío, cursaba el sexto semestre de la carrera de Derecho,  su familia estaba integrada por Papa, Mama y su hermana pequeña de solo diecisiete años, de nombre María Isabel y a quien toda la familia le decía Marisa.
El instinto maternal de Karla y su desarrollado sentido de protección se derramaron sobre su hermana menor, mucho más fuerte que el de su verdadera madre, y tanto cuidado nunca le pareció malo o exagerado a los cuatro involucrados.
Un miércoles cualquiera Karla salió a las ocho de la noche de la Universidad después de un día intenso de exámenes, donde no había tenido su “clásico” intercambio de llamadas y mensajes con Marisa. 
Como siempre, se dirigió a la parada de camiones junto con Pancho, su compañero de clases y mejor amigo, frente a ellos pasó lentamente un taxi y a Karla la envolvió un miedo terrible y una desesperación total que nunca había sentido. Le preguntó a Pancho, si había visto a los pasajeros del taxi, Pancho la miro extrañado y le dijo: ¿Qué te pasa, estas bien?
Karla prácticamente le gritó y le dijo: ¡El Pasajero, el pasajero era un ser de luz, se veía todo transparente!, ¡algo paso!
Tomo un taxi y se fue volando a su casa, dejando a Pancho preocupado y desconcertado en la esquina.
Llego le aventó un billete al taxista y entro corriendo; sus Papás veían la tele en la sala y se la quedaron viendo expectantes: Karla les dijo: ¿Y Marisa? 
Ellos le contestaron: Llego como a las cinco de la tarde, se metió a su cuarto y no ha bajado.
Ella les grito: ¿Por qué no han ido a verla?, mientras subía corriendo la escalera y entraba a su cuarto, seguida de sus padres.
La escena los impactó a todos, Marisa se hallaba acostada en su cama con ambas muñecas sangrando, desmayada y a punto de fallecer.
Su padre la cargo en brazos, Karla y su Mama le aplicaron unos torniquetes en las muñecas y llegaron a urgencias del hospital más cercano.
Marisa salvó la vida, gracias a la oportuna intervención de su hermana… Y a un extraño “ser de luz” que le aviso a Karla.

Cuando Marisa estaba ya recuperada, Karla y sus Padres le preguntaron: ¿Por qué lo había hecho?.
Ella les contó que cuando venía caminando a su casa, tres tipos la habían “jalado” hacia un terreno baldío, y ahí la habían violado y cuando iban a matarla, aventándole una piedra en la cabeza, se escuchó que un taxi se detenía en la entrada al baldío, y tocaba fuertemente el claxon... Entonces tiraron la piedra y huyeron despavoridos. 
Marisa camino como “autómata” hasta su casa, subió las escaleras sin saludar a nadie, se bañó por largo tiempo y cuando salió decidió quitarse la vida.
Karla nos contó esta trágica experiencia, pasados tres años. Marisa y sus Papás sobrellevan la situación y con ayuda psicológica, logran tener una vida bastante normal.
Pero Karla no, ella todavía guardaba un rencor tremendo hacia esos tres tipos y a diario le pedía a Dios que descargara toda la furia que ella guardaba en su corazón, y que se cumpliera la venganza que ella deseaba sobre ellos, ya que la justicia humana, nunca había podido atraparlos.


A punto de casarse “el mismo Ángel del Taxi”, tocó su corazón y consciente de que debía empezar una nueva vida “limpia” sin odios ni rencores, tomada de la mano de su futuro esposo y de frente al Sagrario de un Templo, lloró, y después de muchas lágrimas y reclamos Karla le dijo a Jesús Sacramentado:
Señor yo ya no quiero odiarlos, quiero darles mi perdón, aun cuando ellos nunca se enteren y sigan siendo unas “malas personas”, ya no quiero traer ese veneno dentro de mi alma.
Karla “sintió” el abrazo del Señor, sintió que enjugaba sus lágrimas y le decía:
Gracias por perdonarlos, ahora están listos para mi perdón, pero también para mi justicia, cada uno de ellos deberá pagar la factura de sus actos, pero tú has comprendido que: 
“Perdonar es poner a un prisionero en libertad, y descubrir que el prisionero… ERES TU”



Autor: Guillermo Alvarado Vega 

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