
Al
pasar por el segundo, dos tipos fuertes y de aspecto siniestro, le salieron al
paso y trataron de jalarla hacia adentro del lote, ella apretó sus cuadernos y
empezó a gritar y a tratar de zafarse, pero las fuerzas de los desgraciados
eran mucho más que las de ella.
Cuando
se sentía ya perdida, un hombre de unos ochenta y tantos años, apareció y con
voz enérgica y un gesto fuerte, les ordeno que la soltaran.
A
pesar de que los tipos eran dos, más jóvenes y más fuertes que el anciano, algo
vieron en los ojos de este Hombre Bueno, que soltaron a la chica y se echaron a
correr.
Él
fue a abrazar a la joven, la calmo y le preguntó dónde vivía, ofreciéndose a
acompañarla a su casa, ella dijo que sí, pero seguía llorando en el pecho del Hombre.

El Hombre Bueno se disculpó, argumento que tenía prisa y ya no espero a que la mamá de la joven saliera a recibirla.
Cuando le contó lo que
había pasado y como El Hombre la había defendido, la madre salió a buscarlo
para agradecerle, pero al no encontrarlo, preparo un rico flan y al día
siguiente fueron al edificio donde sospechaban que vivía, para entregárselo y
agradecerle, sin embargo para su sorpresa, nadie conocía ahí al anciano, así
que recorrieron toda la cuadra, después toda la calle, y al final la colonia
entera y no pudieron localizarlo.
De
hecho después de siete años nunca más han vuelto a verlo.
Aunque desde ese día, Rosalina platica con él, segura de que ese Señor es...
Su Ángel de la Guarda.
Su Ángel de la Guarda.
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