lunes, 6 de marzo de 2017

El Oficial Salas


Todos los niños jugamos a ser policías, vaqueros, o bomberos. Sin embargo Salvador Salas, no se quedó en esos juegos de niños, soñó siempre con ser un policía… Un Buen Policía. Cuando entro a la secundaria, empezó a ir a un gimnasio y a correr todos los días para fortalecer su cuerpo, le gustaba ir al gotcha para entrenar, y así buscaba cualquier información o capacitación, que le permitiera ingresar en La Policía Federal… Su gran sueño.
Su papá Don Artemio Salas, era maestro, pero de los buenos, que los hay... Y muchos, era cumplido, decente, trabajador, un verdadero maestro de valores.
Su mama, Doña Cuquita era la directora de la escuela donde trabajaba Don Artemio y compartía con él, todos estos conceptos. Refugio su hermana mayor, quien le llevaba 16 años, estudio para enfermera, y trabajo toda su vida en el Seguro Social.
Mateo, el hermano de en medio, 8 años mayor que Chava, entro al seminario y se ordenó como un “curita” joven y progresista, empapado de las enseñanzas de Aparecida y del Evangelii Gaudium, vivido” por muchos Obispos y Sacerdotes.
Surgiendo de este marco familiar, cuyo denominador común era, el servicio y la atención a los demás, Salvador Salas, terminó su carrera de abogado e ingreso a los 24 años a la carrera de Policía Federal, esperando servir a; Dios, a su Patria y a las personas.
Sobresalió en su capacitación y fue graduado con honores, lo destinaron como oficial  en la comandancia de una bella ciudad de provincia, donde orgulloso y feliz, patrullaba las carreteras. Él prefería educar y amonestar a los automovilistas, antes que levantarles una infracción, pero era terrible cuando alguien se atrevía a ofrecerle una “mordida”.
Yo lo conocí hace 7 años, cuando acudí junto con mi amigo, Manuel Mejía, a la Comandancia de La Policía Federal, para levantar una denuncia por el robo de una unidad de la agencia.
El Oficial Salas estaba levantando la denuncia, cuando uno de sus compañeros, entro riendo y dijo a voz en cuello, “Oigan están solicitando Comandante para la oficina en Michoacán y pagan muy bien” y soltó una carcajada.
Nos contó Salvador, que nadie quería ir a Michoacán, ni siquiera como comandante, por el alto grado de corrupción y peligro que había en esa hermosa zona de nuestro país. Seguimos platicando con el Oficial Salas y nos decía que en la lucha contra el crimen organizado, los soldados están más protegidos que los Policías Federales, pues como los militares, viven en “ciudades cerradas”, sin acceso a extraños y donde tienen, tiendas, escuelas, diversiones, es más difícil que “los malos” les hagan daño a sus familias.
Se nos quedó viendo, y tal vez como desahogo nos contó, apretando los dientes: 
“El otro día, en un retén, detuve a una persona, a la que descubrí como un conocido narcotraficante y cuando le ordene bajar del auto… Me miro, soltó una carcajada y me dijo: Oye Chava, Lolita tu esposa todavía trabaja en la oficina de Avenida Universidad; Oye y tus 3 hijos siguen yendo a la primaria de La Salle. Por cierto lamento mucho la perdida de tu mama, tu papa se veía muy afectado.”
Hasta luego Oficial Salas. Y me quede temblando… ¡Y lo deje ir! 

Su voz se hizo ronca, una lágrima rodó por su mejilla, tenso las manos y arrugo nuestra acta.
Manuel y yo nos quedamos mudos, el vio la hoja toda maltrecha, y nos reímos los tres, nos sacó otra copia, le agradecimos, y nos despedimos.
Hace 4 meses, Manuel, quién es nuestro trasladista, tuvo que recoger una unidad de lujo en Apatzingán Michoacán y al encontrar en una gasolinera, un convoy integrado por unidades del ejército y de la policía federal les pidió que si podía venirse en el convoy, después de identificarse y de que revisaran su unidad, aceptaron y lo acompañaron hasta Uruapan, desde donde Manuel llego con bien a León.
Uno de los oficiales federales, se subió a su lado y se vinieron platicando, Manuel aún  recordaba el nombre de Chava y le preguntó:
“Oiga usted no conoce al oficial Salvador Salas”, el oficial abrió los ojos sorprendido y le dijo; “Claro que sí, era un súper policía, él era nuestro Comandante hace 2 años en que fue asesinado.
Manuel resintió el impacto y le dijo: ¿Cómo?
¿Usted lo conoció?, pregunto el oficial. Y Manuel le contó nuestro breve encuentro con él. Entonces el policía federal, muy conmovido, le contó su historia.
Salvador Salas, adicionalmente a sus patrullajes carreteros, empezó a realizar trabajos de investigación e inteligencia y descubrió una pequeña red de narcotráfico, en donde operaba el tipo que lo había amenazado, y que además tenía a varios de sus compañeros y a algunos de jefes en su nómina.
Chava platicó con su papa, le contó lo que había descubierto y le pidió consejo.
Don Artemio le dijo que no podía voltearse a un lado y hacer “como si nada pasara”, pero que debía de actuar con inteligencia, descubrir un alto mando honesto y exponerle todo.
Así lo hizo, pidió vacaciones y en la ciudad de México, contactó fuera de la oficina a un Comandante honesto y comprometido, quien elaboró un plan y junto con un grupo de élite, dieron un golpe certero, ejecutado con precisión y juntos: Ejército y Policía Federal, detuvieron a 49 miembros de esta organización, incluidos 18 o 23 elementos corruptos de la policía federal.
Manuel preocupado le preguntó: ¿Y su familia?
¡Todos a salvo!, la corporación tiene también estrategias para protegerlos, el único inconveniente es que Chava los veía poco.
Después el Oficial Salas aceptó la subcomandancia en Morelia Michoacán y junto con su jefe, otro policía honesto, dieron la batalla al crimen organizado en Michoacán. Llego a ser Comandante, limpio la corporación y atacó con fuerza y honestidad al crimen organizado, hasta que hace dos años, le tendieron una trampa y fue asesinado… cumpliendo con su deber.


Este cuento, intenta ser un homenaje a todos los elementos de seguridad, valientes y honestos, que nos cuidan mientras dormimos…
A todos esos soldaos del ejército y de la aviación, a los elementos de la marina, a los policías federales, estatales y municipales, a los bomberos, a los integrantes de protección civil, a los elementos de las procuradurías... y a todos esos hombres y mujeres valientes, que arriesgan sus vidas, por ti y por mí, por nuestras familias… Porque dentro de tanta corrupción y podredumbre, brillan todavía más esos “buenos policías”.
No sé ustedes, pero yo me pongo de pie… En memoria del “Oficial Salas” y de todos los que como él, han dado su vida, como la dio Cristo… Por ti y por mí. 


AUTOR: GUILLERMO ALVARADO VEGA

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