Todos los niños
jugamos a ser policías, vaqueros, o bomberos. Sin embargo Salvador
Salas, no se quedó en esos juegos de niños, soñó siempre con ser un policía… Un
Buen Policía. Cuando entro
a la secundaria, empezó a ir a un gimnasio y a correr todos los días para
fortalecer su cuerpo, le gustaba ir al gotcha para entrenar, y así buscaba
cualquier información o capacitación, que le permitiera ingresar en La Policía
Federal… Su gran sueño.
Su papá Don Artemio Salas, era
maestro, pero de los buenos, que los hay... Y muchos, era cumplido, decente,
trabajador, un verdadero maestro de valores.
Su mama, Doña Cuquita era la directora
de la escuela donde trabajaba Don Artemio y compartía con él, todos estos
conceptos. Refugio su hermana mayor, quien le
llevaba 16 años, estudio para enfermera, y trabajo toda su vida en el Seguro
Social.
Mateo, el hermano de en medio, 8 años
mayor que Chava, entro al seminario y se ordenó como un “curita” joven y
progresista, empapado de las enseñanzas de Aparecida y del Evangelii Gaudium, vivido” por muchos Obispos y Sacerdotes.
Surgiendo de este marco familiar, cuyo
denominador común era, el servicio y la atención a los demás, Salvador Salas,
terminó su carrera de abogado e ingreso a los 24 años a la carrera de Policía
Federal, esperando servir a; Dios, a su Patria y a las personas.
Sobresalió en su capacitación y fue
graduado con honores, lo destinaron como oficial en la comandancia de una bella ciudad de
provincia, donde orgulloso y feliz, patrullaba las carreteras. Él prefería educar y amonestar a los
automovilistas, antes que levantarles una infracción, pero era terrible cuando
alguien se atrevía a ofrecerle una “mordida”.
Yo lo conocí hace 7 años, cuando acudí
junto con mi amigo, Manuel Mejía, a la Comandancia de La Policía Federal, para
levantar una denuncia por el robo de una unidad de la agencia.
El Oficial Salas estaba levantando la
denuncia, cuando uno de sus compañeros, entro riendo y dijo a voz en cuello,
“Oigan están solicitando Comandante para la oficina en Michoacán y pagan muy
bien” y soltó una carcajada.
Nos contó Salvador, que nadie quería
ir a Michoacán, ni siquiera como comandante, por el alto grado de corrupción y
peligro que había en esa hermosa zona de nuestro país. Seguimos platicando con
el Oficial Salas y nos decía que en la lucha contra el crimen organizado, los
soldados están más protegidos que los Policías Federales, pues como los
militares, viven en “ciudades cerradas”, sin acceso a extraños y donde tienen,
tiendas, escuelas, diversiones, es más difícil que “los malos” les hagan daño a
sus familias.
Se nos quedó viendo, y tal vez como
desahogo nos contó, apretando los dientes:
“El otro día, en un retén, detuve a
una persona, a la que descubrí como un conocido narcotraficante y cuando le ordene bajar
del auto… Me miro, soltó una carcajada y me dijo: Oye Chava, Lolita tu esposa todavía trabaja en
la oficina de Avenida Universidad; Oye y tus 3 hijos siguen yendo a la primaria
de La Salle. Por cierto lamento mucho la perdida de tu mama, tu papa se veía
muy afectado.”
Hasta luego Oficial Salas. Y me quede temblando… ¡Y lo deje ir!
Manuel y yo nos quedamos mudos, el vio
la hoja toda maltrecha, y nos reímos los tres, nos sacó otra copia, le agradecimos,
y nos despedimos.
Hace 4 meses, Manuel, quién es nuestro
trasladista, tuvo que recoger una unidad de lujo en Apatzingán Michoacán y al
encontrar en una gasolinera, un convoy integrado por unidades del ejército y de
la policía federal les pidió que si podía venirse en el convoy, después de identificarse y de
que revisaran su unidad, aceptaron y lo acompañaron hasta Uruapan, desde donde
Manuel llego con bien a León.
Uno de los oficiales federales, se
subió a su lado y se vinieron platicando, Manuel aún recordaba el nombre de Chava y le preguntó:
“Oiga usted no conoce al oficial
Salvador Salas”, el oficial abrió los ojos sorprendido y le dijo; “Claro que sí,
era un súper policía, él era nuestro Comandante hace 2 años en que fue
asesinado.
Manuel resintió el impacto y le dijo:
¿Cómo?
¿Usted lo conoció?, pregunto el
oficial. Y Manuel le contó nuestro breve
encuentro con él. Entonces el policía federal, muy conmovido, le contó su
historia.
Salvador Salas, adicionalmente a sus
patrullajes carreteros, empezó a realizar trabajos de investigación e
inteligencia y descubrió una pequeña red de narcotráfico, en donde operaba el
tipo que lo había amenazado, y que además tenía a varios de sus compañeros y a algunos
de jefes en su nómina.
Chava platicó con su papa, le contó lo
que había descubierto y le pidió consejo.
Don Artemio le dijo que no podía
voltearse a un lado y hacer “como si nada pasara”, pero que debía de actuar con
inteligencia, descubrir un alto mando honesto y exponerle todo.
Así lo hizo, pidió vacaciones y en la
ciudad de México, contactó fuera de la oficina a un Comandante honesto y
comprometido, quien elaboró un plan y junto con un grupo de élite, dieron un golpe
certero, ejecutado con precisión y juntos: Ejército y Policía Federal,
detuvieron a 49 miembros de esta organización, incluidos 18 o 23 elementos
corruptos de la policía federal.
Manuel preocupado le preguntó: ¿Y su
familia?
¡Todos a salvo!, la corporación tiene
también estrategias para protegerlos, el único inconveniente es que Chava los
veía poco.
Después el Oficial Salas aceptó la
subcomandancia en Morelia Michoacán y junto con su jefe, otro policía honesto,
dieron la batalla al crimen organizado en Michoacán. Llego a ser Comandante,
limpio la corporación y atacó con fuerza y honestidad al crimen organizado,
hasta que hace dos años, le tendieron una trampa y fue asesinado… cumpliendo
con su deber.
Este cuento, intenta ser un homenaje a
todos los elementos de seguridad, valientes y honestos, que nos cuidan mientras
dormimos…
A todos esos soldaos del ejército y de
la aviación, a los elementos de la marina, a los policías federales, estatales
y municipales, a los bomberos, a los integrantes de protección civil, a los elementos
de las procuradurías... y a todos esos hombres y mujeres valientes, que
arriesgan sus vidas, por ti y por mí, por nuestras familias… Porque dentro de
tanta corrupción y podredumbre, brillan todavía más esos “buenos policías”.
No sé ustedes, pero yo me pongo de
pie… En memoria del “Oficial Salas” y de todos los que como él, han dado su vida,
como la dio Cristo… Por ti y por mí.
AUTOR: GUILLERMO ALVARADO VEGA
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