Es
una joven hermosa, su nombre es Ana, tendría unos 20 años, su belleza combinada
con ternura, llamaba la atención de todos los que entrabamos al restaurante.
Estaba con su novio, se notaba una relación padrísima entre ellos, y aunque
continuamente se daban besos, su relación no molestaba, porque se veía dulce y
natural.
Llegue
con un amigo y una persona de planta, en una informal comida de negocios: Y
después de comentar, acerca de la imagen tan bonita que proyectaba, la citada
pareja, ordenamos nuestros alimentos, nos olvidamos de ellos y empezamos a
hablar de nuestros asuntos.
Cuando
llegó la hora del postre, los tres nos dimos cuenta, que en una mesa cercana,
estaba una preciosa niña con síndrome de Down… inquieta como todos los niños,
corría de mesa en mesa, sonriéndonos a todos, y la mayoría la veíamos con
simpatía, pero seguíamos con nuestros asuntos, sin embargo Ana no era así, dejo
su romance con el novio y sentó a la niña en su mesa, le pidió una hoja para
colorear al mesero y se puso con ella, a pintar un bello arco iris.
La
mama de la nena, sonrió emocionada, pues todavía existen “personas” que
rechazan a los niños especiales, por lo que se sintió feliz con la actitud de
Ana.
Llego
el mesero con el postre, y la pequeña abrió sus ojitos… Ana le preguntó,
¿quieres? Y ella movió su cabecita afirmando ilusionada…

Todos
los que nos dimos cuenta, nos conmovimos con el detalle, ante lo cual, nuestra
invitada comento:
“Yo hubiera hecho lo mismo… pero con 2 cucharas”.
Y
eso es lo importante, Ana no solamente compartió un helado, sino que jugo con
la niña, la arropo, la hizo sentirse bien y se dio toda ella, al compartir la
misma cuchara.
Nuestra
medida para dar, nos la enseña El Señor Jesús…
¡No
solo basta hacer lo que se “debe” de hacer!… Sino
dar más, darnos nosotros mismos, y eso
es lo que hizo Ana.
“Y todo aquello que
hagas con el más pequeño de mis hermanos…
Lo estarás haciendo
conmigo”…
Ser
otro Cristo, tener los ojos y los oídos abiertos y estar dispuestos a decir…
Sí.
Amar
hasta que duela, salir de nosotros y darnos a nuestros prójimos, eso
hizo Ana.
Este
pequeño cuento, tiene su corazón, en el amor a los niños especiales…
Pequeños
angelitos de Dios, que necesitan de una familia especial…
Y
de una sociedad especial, que lamentablemente no hemos podido forjar…
Pero
claro, existen personas como Ana, una niña linda que no da lo que le sobra,
sino que se da por completo… ¡Que envidia!... Yo quisiera ser como Ana
AUTOR GUILLERMO
ALVARADO VEGA
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